domingo, 27 de mayo de 2012

Sirenas serpientes


Ciertas sirenas serenas
suelen sentarse cerca
siempre sonrientes, sensuales,
sosteniéndose en su sangre sombría,
semicimentadas, semisonrosadas,
sus sombras soleadas
son sólo sellos solapados
sin cerrojos.
Sus sonetos sin sonidos
siembran sus sentidos socorros
salameros, suplicantes, silbadores.
Santas cínicas,
sobrestimadas sinvergüenzas sobadoras.
Sólo surgen en zozobra,
cerniéndose sobre sus cimas
sadomasoquistas
sus santificadas siluetas serpientes.
Sofocan a su silente servidor
sentado sobre su solipsismo
secante, sediento, sedentario;
Siempre,
siempre surcando su semblante solace,
sus sinceros sueños,
salpicados sinsabores, 
su sarcasmo
sacado sin subterfugios
sin certeza, sumisa sin corteza
sobre el soma.

 Saco sonrisas ciegas
cerrando salidas.
Sonrisas selenas, salivales,
cifradas sin sembrar.
Siento sangrar los soles,
sin saciar su sufrimiento,
sabiendo suturada su sed.
¿Lo sientes?
¿Lo sientes?
¿Ese silbido incesante
saliendo como seda?

“Somos sumisas, soñadores señoriales.
Sabemos soportar sobrias el sudor.
¿Sufres sabio samaritano?
Síguenos sumergiéndote
suavemente en el sopor”.

¿Cesaría el silencio en su seno?
¿Cicatrizaría la sal
separando su sabor salino
del desabrido suelo
sabiéndose salvada su semilla?
No necesito navegar neciamente,
ni nadar negándome en la nada.
Nimio nido nodular en entraña,
nuez de nácar inconsciente.
No nací en vano,
nací siendo niño
y digo No.
¡Salgan!
(“Si, si, si”)
resuenan silbidos
(“Si, Si, Si”)
surcando mi sien
(“SI, SI , SI”)
sibarita serpenteante

Santiago A veces