domingo, 27 de mayo de 2012

Máquina celeste


Corre, mueve tus engranes
Comienza a oscilar, sutil vaivén
Melodía de mi ánima, respiro
Soplo de vida, agonía galopante
Preludio de amagos inconclusos.

Dulce brebaje, gloria celestial
Me has dejado en oscuridad
Oscuridad de sublime resplandor
Silencio abismal, labios sellados
Ponto quieto, espejo costero.

Entonces.
¿Cómo vamos a empezar?

Padre, duermes tranquilo
Mientras despierta aquí, tu hijo
Luz, herencia eterna
Guía mis pasos hacia lo incierto
Me pierdo en caminos intrincados
Construidos a propio capricho
No sabría decir cuál es el destino
Y con suerte, dónde he partido.

Madre, te asomas tímida
Danzas en esta descabellada epifanía
Marcando el compás junto tus hijas
Acompañantes de incontables insomnes
En mi oído se cuelgan y murmuran
Pronuncian palabra por palabra
Escribo, así, verso a verso
Plagio celestial, culpable originalidad.

Padre y madre, ancestrales manantiales
De cálido sudor y argentas lágrimas
La inspiración desciende en luminosa cascada
Desde aquel lejano lugar celeste hasta aquí
Humilde receptáculo, servidor astral
Esclavo de la inspiración
Vástago estelar
Exiliado terreno
Una máquina celeste
               Y nada más.                 

Miguel Grammont