Lentamente la noche se va
cargando de luz en la ciudad.
Los
botones de las estrellas titilan
y en la
pantalla de la luna se ven las primeras imágenes.
Oh, me
balanceo como en un vapor,
un pesado
tren expreso a través de la oscuridad,
vuelo alto
en la máquina nocturna.
Nubes de
vapor de sueños
susurran
blancamente a la tierra.
La máquina
nocturna trabaja y absorbe las almas de la gente.
La
oscuridad se llena de un runrún de energía…
Asisto a
un concierto en la Máquina
de Rock.
Los
supervivientes de la semana se apretujan en torno al pequeño escenario
el aire arde de música.
Estamos en
trance y con ganas
trascendiendo
las
fronteras entre los sexos,
entre
dimensiones de realidad,
danzando
en formaciones en trance
en algún
lugar de la ciudad dormida.
Somos
niños angélicos perdidos
con alas
de canción de futuro,
con el
niño en la sangre y en el morro el pitillo.
Tenemos
piel del sueño más frágil
y
corazones que resplandecen más que el neón.
Estamos
minusválidos por el brutal sonido del día,
sangrante nieve rosada,
clavados
por los titulares de los periódicos.
Somos una
parte de la Máquina
nocturna
transformamos
angustia en amistad.
Llevamos
nuestros cerebros con orgullo
intercambiamos
sueños y cigarrillos,
nos
llenamos de embriaguez y música
cambiamos
de sexo y máscaras
Luego nos
vamos a casa cada uno por su lado
atravesando
la Máquina
nocturna con nuevas identidades
siguiendo
rutas fijadas públicamente.
Nos caen
negros pedazos de sueño
del cielo
de petróleo en los ojos.
Nos
dormimos como organismos unicelulares
de cuando
la tierra era mar.
1981
Michael Strunge