Envuelto en un abrigo viviente de ostras
que tienen pelaje, el Barón cabalga sobre su veloz Arn. El Arn es como una
tortuga aerodinámica con un caparazón de ligero metal flexible que sirve como
medio de locomoción y también como arma. Sus garras son afiladas como cuchillas
y pueden acertar a dos metros con una cabeza en forma de bala para embestir o
acuchillar. En este remoto satélite de la Estrella Perro, la
lucha con Arn es un arte apreciado. El abrigo marca amorosamente la forma
esbelta del Barón, la estrecha cintura, los llamativos glúteos, los muslos
poderosos. Sobre el cuello se asienta una mandíbula ancha. El Barón se inclina
hacia delante, con las rodillas dobladas como un esquiador, sus largos dientes
afilados resplandeciendo en la helada luz estelar. Sus ojos son como negros
ópalos. Lleva un tocado de mimbre del que sobresale la cabeza en forma de
capucha de una cobra que escupe. Otea el sendero con un rayo láser azul que
sale de su tercer ojo.
Se acerca la larga noche y debe encontrar una vaina para
el Sueño Ordenado. Ha recogido una vaina pero hay algo que no está bien, algún
peligro escondido. Está justo al lado del camino. Conduce a su Arn a un jardín
y una Verdura se adelanta para acostar a su Arn y poner el abrigo en una
solución nutritiva. Se quita el tocado y se lo pasa a la Verdura, acariciando al
reptil, que emite un silbido servil, frotando su verde cabeza peluda contra la
mano del Barón. La Verdura
se inclina hacia delante para coger el tocado, su aliento pesado y rancio como
la exhalación de un invernadero en el aire helado.
—Tenga cuidado, señor.
Conforme el Barón se mete desnudo a través de un
diafragma a un lado de la vaina, el adherente pasadizo mucilaginoso frota y
excita sus genitales. En el satélite Fenec, el pene no se limita a una función
sexual, sino que sirve como un medio general de comunicación social. Entrar en
una vaina pública sin una erección es un acto de total agresión, como entrar
con un perro gruñidor.
Cuando logra pasar a la suave luz rosa de la vaina sus
reflejos de relámpago ya están activados antes de oír a las voces extranjeras
gritar:
—¿Qué coño estás haciendo delante de personas decentes?
Levanta un escudo protector, desviando proyectiles de
primitivas armas que explosionan mientras corta a sus asaltantes en fragmentos
humeantes con su ojo láser. Mira a las insignias y las armas... Los C.B....
Cinturones Bíblicos, Bárbaros del Planeta Tierra. Las formas pensadas que
durante un momento habían sido sólidas se desvanecen. El Barón se arroja de
forma petulante sobre el suelo acolchado de la vaina.
—Gentes de tan grande estupidez y modales tan bárbaros...
¡Intolerable!
Hay que encontrar una solución total al problema de los
C.B. Hay que llevar la guerra al Planeta Tierra. Sabe que los C.B. son una
minoría y encontrará muchos aliados potenciales. Hay que contactar con los
aliados y organizarlos. Un plan se forma en su imaginación. En respuesta a su
perentoria erección la Verdura
aparece con un vaso de Schmun.
—Perdone, señor. No estoy equipado para tales encuentros.
El Barón bebe a sorbos su Schmun, mirando especulativamente
a la joven Verdura. Estas criaturas inhalan dióxido de carbono y exhalan
oxígeno por los poros de la piel.
—Quiero dormir contigo.
La joven Verdura se ruboriza de placer poniéndose de
color verde brillante.
—Sí, señor, desde luego.
Durante los tres meses de la larga noche se acurrucarán
en la diminuta vaina en una soñadora simbiosis.
El Barón se estira, respira profundamente el cálido olor
malsano a montón de abono y se desliza fuera de la vaina. Ya es primavera. Ha
llegado del momento de continuar su viaje hacia la Ciudad Verano. La Verdura corre a prepararle
una comida de huevos de combustible. Los huevos los ponen reptiles radiactivos
que habitan en las regiones más frías del planeta en una zona de oscuridad
total. Los huevos brillan con un suave fuego azul mientras el Barón disfruta
del dulce sabor metálico a huevos y nueces. Tras una más con su Verdura ata a
sus Arns de verano y se pone su tocado de cobra. El reptil está hinchado de
veneno. El Barón no va a necesitar su abrigo porque ésta es la estación de la
desnudez.
El huevo de combustible está empezando a hacer efecto y
el Barón se ata un escudo de pene conectado a un surtidor sobre el ano. Los
primeros chorros sueltos pronto se convierten en una llama azul estable que le
lleva a una velocidad de treinta millas por hora. De repente se encuentra
rodeado por una multitud de C.B. frenéticos, algunos con cuerdas y muchos con
las primitivas pistolas de proyectiles. Despreciando el uso de su ojo láser,
les obliga a participar en una clásica lucha con Arn, volando en círculos,
lanzando coces lateralmente con su Arn mientras las cabezas fustigan como
látigos cargados y su cobra arroja veneno en todas direcciones. Una gota del
tamaño de un alfilerazo sobre la piel provocará la muerte en pocos segundos. El
pelotón de C.B. es una masa de entrañas humeantes, sangre, sesos y huesos
astillados que ya se desvanece en la nada.
Llega al Lago Verano y ahora los Arns extienden sus alas
retráctiles mientras él pone el chorro a toda potencia y vuela a ras del agua
como un aerodeslizador. Echa lo que queda de combustible por el culo mientras
se desliza hacia el muelle.
La Ciudad Verano baja en pendiente hasta el lago y se
derrama en el agua en un laberinto de muelles y pasarelas y casas flotantes en
forma de disco. El Barón comprueba la tira del chorro y suelta a los Arns para
que se entretengan en el agua. El prolongado sueño y los huevos de combustible
han hecho que tenga calor. Puede notar un sabor a metal dulce en la boca y el
culo le arde con un fuego suave. Al pie del muelle encuentra a un grupo de
cargadores de Sloane con piel roja y brillantes ojos azules. Flexionan sus
enormes músculos y muestran los dientes en señal de saludo e invitación...
—HI HI HI HI HI
HI HI HI.
El Barón se siente tentado, pero sabe que los cadetes han
llegado desde el Planeta Tierra y debe ocuparse de su entrenamiento sin demora.
En el puerto tropieza con dos chicos que deben de ser del
Planeta Tierra. Van paseando con sus blancos uniformes navales. Uno es
pelirrojo, el otro tiene el pelo muy rizado y la piel amarilla-marrón.
—¿Sois los cadetes del Planeta Tierra?
—Sí. Este lugar es bonito, pero ¿dónde están las mujeres?
—¿Mujeres? ¿Qué es eso?
—Pues eso. MUJERES—. El chico hace un gesto en el aire.
El Barón comprende y se transforma en una mujer desnuda
con largos cabellos rojos, la piel del blanco de una perla, estremeciéndose
suavemente con luces ondulantes.
—¡OHHHH!
Conduce a los chicos a una vaina de sexo y les satisface
a los dos tres veces. En el curso de este encuentro aprende mucho sobre las
condiciones existentes en el Planeta Tierra. Los C.B. están completamente
poseídos por un virus venusino. Toda la religión cristiana, católica y
protestante, es una estratagema venusina.
Más tarde se dirige a los quince cadetes. Para que se
encuentren cómodos adopta el estilo del Viejo Sargento:
—Vale, bromistas, estáis aquí para aprender y que sea
deprisa. Vuestro planeta está infestado por los muertos vivientes controlados
por un virus venusino. Os voy a enseñar cómo reconocer estos cuerpos
controlados por los virus. Muchos de ellos son cristianos. De hecho, el
cristianismo es el veneno espiritual más virulento jamás administrado a un
planeta tendente al desastre.
—¿Quiere usted decir, Sargento, que la mayoría de los
problemas de la Tierra
están causados por venusinos en cuerpos humanos?
—Ahora empiezas a entender.
—¿No sería buena idea matar a esos mamones?
—Cada vez entiendes más. Estáis aquí para aprender la
teoría y la práctica del Mierdicidio. Los chicos os organizaréis en tropas para
la Matanza de
los Mierdas... las M.M., con dos cobras fosforescentes que escupen en las
solapas...
–—Masacrar a los mierdas del mundo. Ellos envenenan el
aire que respiráis.
—Pero, Señor, ¿no son los C.B. y sus equivalentes en
otros países la clase media hipócrita e ignorante, fundamentalmente asustada,
nada más que primos y lacayos de los verdaderamente ricos y de los políticos,
explotados para obtener votos y trabajo y el consumo de los bienes de consumo
mientras que sirven al mismo tiempo de convenientes perros guardianes para
proteger la situación que beneficia a los muy ricos?
—Sí, pero siguen siendo portadores del virus. ¿Cómo se
controla la fiebre amarilla? Primero hay que matar a los mosquitos, ¿verdad?
Ahora bien, algunos portadores son más potentes que otros. Mirad a Jesucristo,
por el amor de Dios. Como parte integral del Programa de Mierdicidio, los
portadores maestros serán localizados y asesinados... Vosotros y los reclutas
que os sigan habéis sido elegidos para formar la elite, los cerebros de las
gloriosas M.M.
William Burroughs