Mis padres me protegían de niños que eran toscos
que emitían palabras como piedras y llevaban raídas ropas,
mostrando sus muslos a través de harapos. Corrían por la calle,
escalaban riscos y se desnudaban junto a los arroyos del campo.
Temía a sus músculos de acero más que a tigres,
a sus agitadas manos y a sus rodillas firmes sobre mis brazos.
Temía el grosero señalar con descaro de aquellos niños
que imitaban mi ceceo a mi espalda en la calle.
Eran ágiles y aparecían como perros desde detrás de setos
para ladrar a mi mundo. Lanzaban barro
mientras yo miraba hacia otro lado fingiendo sonreír.
Deseaba perdonarlos ardientemente, pero ellos no sonreían nunca.
que emitían palabras como piedras y llevaban raídas ropas,
mostrando sus muslos a través de harapos. Corrían por la calle,
escalaban riscos y se desnudaban junto a los arroyos del campo.
Temía a sus músculos de acero más que a tigres,
a sus agitadas manos y a sus rodillas firmes sobre mis brazos.
Temía el grosero señalar con descaro de aquellos niños
que imitaban mi ceceo a mi espalda en la calle.
Eran ágiles y aparecían como perros desde detrás de setos
para ladrar a mi mundo. Lanzaban barro
mientras yo miraba hacia otro lado fingiendo sonreír.
Deseaba perdonarlos ardientemente, pero ellos no sonreían nunca.
Stephen Spender
Poemas, Visor, 1981 Traducción de Jorge
Ferrer-Vidal