domingo, 16 de octubre de 2011

Aparición


La luna se afligía. Dolientes serafines
Vagando –ocioso el arco– en la paz de las flores
Vaporosas, vertían de exánimes violines
Por los azules cálices blanco lloro en temblores.
–De tu beso primero era el bendito día.
Como en martirizarme mi afán se complacía,
Se embriagaba a conciencia con ese desvaído
Aroma en que –sin lástimas y sin resabio– anega
La cosecha de un sueño al alma que lo siega.
Yo iba mirando al suelo, errante y abstraído,
Cuando –con los cabellos en sol– toda sonriente,
En la calle, en la tarde, te me has aparecido.
Y creí ver el hada del casco refulgente
Que cruzaba mis éxtasis de niño preferido,
Dejando siempre, de sus manos entrecerradas,
Nevar blancos racimos de estrellas perfumadas.

Stéphane Mallarmé
Traducción Alfonso Reyes