domingo, 27 de mayo de 2012

Sacrificio


“Y el rechinar de mis huesos oirás
Como llavero que de por vida te acompaña”.
Dispuesta a recibir lo peor de ti
Y a consumar la pena que sobre mí sentenciaste
Contemplo a trasluz y por última vez
La belleza dolorosa de tu rostro malsano.

Desafiante, me dejo arrastrar raída de los cabellos
Que luego arrancas y prendes fuego mientras digo:
“fue para esta hoguera que los cuidé largos”.

Maltratas mi rostro y ruedan mis ojos por los suelos
Pero tu risa se tiñe de espanto
Al ver en mis cuencas dos espejos
Reflejando tu mórbido espectáculo.

Como un loco decides desollarme
Gozando con el ardor que me propina tu arte
Cuando impávido ves que toda llaga
Logra con una piel joven regenerarse.

Entonces empiezas a comer mi carne
Mordiendo y cortando mis nervaduras crudas
A la vez que llenas con mi sangre tu cáliz.

Querido antropófago
Olvidaste lo más importante
Que mi descanso está en tus labios
Que corriendo mi sangre por tus encías ¡lo he logrado!
Estoy dentro tuyo contigo en tu boca
Volcando así tu designio al ver llegar para ti la hora.

Ahora aúlla mi ángel sangrante
Y que tus propias fauces te consuman
Tu mandíbula enloqueció y te devora
Pues era sólo para mí el placer de tu mordedura.

Adorado caníbal
Hiciste de mi final el tuyo
Ahora mi esqueleto te sobrevive
Se unta en el charco que dejaste al desaparecer
y se va por el mundo para siempre sin ti.

Pilar Merino Campillay