I
Las
coordenadas del lenguaje no sacuden a nada de su lugar. Tomaran las cosas su
nombre instalado y partirán con nuestros ojos complacidos por el tiempo.
II
Gritar la cadena. Gritar la doble voz de
mis voces en la cadena:
Y dar cuenta a las autoridades del poder
vacío de mi útero. La fragilidad del roce como un ciego gimiendo la ceda en el
mármol, así se encuentra mi nombre levantado en las venas de las figuras
gloriosas.
Así se construye un paso por adentro del
castillo, teniendo las formas vivas con las cosas inválidas de náuseas y
antojos, como una gruta que se moldea desde las voces durmientes.
III
Un segundo, acá voy adentro del
desaparecido óvulo que tenía mi nombre de fuego, en la primavera solar de mi
masculina edad femenina.
IV
Me llegó.
Un hijo con costras de barro en el útero
limpio de hembras.
Me llegó
Con un aullido en la garra de la noche,
la voz de la loba que me traga la boca.
Me llegó.
Un último descenso del brillo en una
lentejuela que me traga esta pose de niño mudo.
V
Noticias desde el otro lado de la
lluvia. Adentro de los números llueve una silueta desnuda de mí contagiada de
desierto. Nada que decir por las cosas rotas y su voz doblada en el sarmiento.
Nada que llevar adentro de esta copa arqueada en el vidrio, y sabiendo que hubo
una vez un huerto donde pude nacer desprendida del contagio: arritmia para los
lugares que visito desnuda de herencia.
Paulo San Paris
de "Travestía"