Las pieles se desgarraban y la muerte de la ansiedad acumulada se estaba estirando
mucho más que las nubes en el cielo, las lágrimas de una mujer emotiva se
secaban en la frialdad que abunda en toda esa gente que mira el extraño pasar
de los zorzales por el viento, mi paz se descontrolaba, tu paz se
descontrolaba, nuestro pelo se amontonaba y tus pies se apretaban pidiendo una
respuesta, estaba todo tan abrigado ahí dentro que el mismo calor que sacudía
mis poros, llegaron hasta mis ojos que se nublaron con tanta satisfacción que
sentía que la cabeza estaba envuelta por la misma atmósfera que nos protege.
Su
espalda se movió un poco y botó una serpiente, estábamos en la selva, la selva
del placer, la selva de la suciedad, donde nada se esconde, donde nada se da
por perdido, estábamos ahí otra vez, clavados casi a la misma hora y con la
misma energía que nos caracterizaba a menudo.
Éramos
uno en el cielo bendito de la paz, de las guitarras filosas y del vodka con
jugo recién hecho por algún camarada, “tu cielo es mi cielo” le dije, Sólo
escuchaba repetir el mismo sonido a cada instante, en cada segundo que mi ser
estaba junto al de ella, su mano apretaba la mía tan fuerte que ni siquiera las
montañosas aventuras de su corazón podían acoger con tanto desvelo.
El
ritmo era continuo y acelerado, apresurado y exigente, hermoso y divino. Mis
pies que estaban tranquilos, también empezaron a apretarse y produjeron una
saliva, como diría yo, “especial”, Mi boca llevó afuera la saliva e hizo
vomitar de mi boca alguna que otra frasecilla, “Eres lo mejor que me pasó en
este mundo, lo que nadie puede comparar, lo que nadie se atreve a comparar, tu
ser, mi ser, se entienden tanto que no quieren soltarse cuando aprovechan el
tiempo juntos, acariciándose, mordiéndose, transpirándose”, “Quizás todo
concluya con una hermosa niña que lloraría de alegría en tus pechos, aquella
niña, la misma niña, esa misma que cuidaría hasta que el cielo de por terminada
nuestra vaga existencia, hasta ahí estaré yo, de tu mano bebiendo de tu mar,
ahogándome en tu mar, extasiándome con tus labios, que alimentan los míos y los
nutren de tu divina existencia”,” Te amo y quiero amarte de por vida, sin ti
desaparezco, no existo”
Tu
cara de repente fue otra, el bosque de tus pechos se movía con la fuerza de una
tormenta y la piel de tu estómago se tambaleaba con el fuerte grito que de tu
boca emergió, tus aluviones como ojos me miraron extasiados, tus pétalos de brazos
se calmaron conmigo, todo tu firme figura estaba desvanecida, mirándome con la
cara que de ti nunca había visto, esa cara que ese día me hizo respirar más
rápido y con un amor arenal que nadie entendía.
Ya
estaba confirmado, éramos animales, unos salvajes animales de las amazonas, que
nadie nos frene, que nadie nos pare, tú y yo, yo y tú, era simplemente lo
mismo.
El olor entre condimento, sudor y satisfacción implícita abundó en el lugar, entró por mi nariz y paralizó cada órgano de mi cuerpo, el olor de tu fruta, el olor de tu piel y todo el olor que de ti salía, invadió mis nublados ojos y los hizo darse vuelta en sí mismos, mis pupilas no existían y mis pómulos se ruborizaron, mi estómago destripado aumento su rapidez de gacela y de un momento a otro fue invadido por 10.000 mariposas de colores que hacían cosquillas en mis piernas, me sentí expuesto, me sentí distinto, un estruendo de león llegó hasta el techo y me hizo llenar de alegría lo que en ese instante era mi extasiada cara, simplemente había tenido mi primer orgasmo, uno de muchos que tú me estarías por entregar.
El olor entre condimento, sudor y satisfacción implícita abundó en el lugar, entró por mi nariz y paralizó cada órgano de mi cuerpo, el olor de tu fruta, el olor de tu piel y todo el olor que de ti salía, invadió mis nublados ojos y los hizo darse vuelta en sí mismos, mis pupilas no existían y mis pómulos se ruborizaron, mi estómago destripado aumento su rapidez de gacela y de un momento a otro fue invadido por 10.000 mariposas de colores que hacían cosquillas en mis piernas, me sentí expuesto, me sentí distinto, un estruendo de león llegó hasta el techo y me hizo llenar de alegría lo que en ese instante era mi extasiada cara, simplemente había tenido mi primer orgasmo, uno de muchos que tú me estarías por entregar.
Martín Vázquez