Gerardo Heredia,
en su serie pictórica titulada “Avifauna
cósmica de los cielos de Chile” establece órdenes desde una cosmología
americana del presente, pero desde una dimensión ubicada absolutamente fuera de
la realidad cotidiana, en el espacio de las ideas intercambiadas a través de
medios tecnológicos y en aquel invisible entorno virtual que se presta a ser
reinterpretado desde nuestra identidad.
Esta dimensión,
geográficamente representable, es considerada por el creador como un hábitat de
seres diversos, y en la búsqueda de una caracterización de estas entidades
humano-tecnológicas, surge la identidad personal de cada uno de los
emblemáticos seres, también la identidad de grupo.
En el orden de lo
animal que el creador sugiere, el observador se encuentra frente a una
representación de un Yo simbólico ancestral, habitando la supercarretera,
asumiendo posturas siempre plenas, independientes y paralelas, y perpetuando el
preciso momento en que se produce una suspensión en el tiempo. Ese encuentro
entre espacio virtual y tiempo real, es registrado por el número, el cual ubica
y capitula las obras, en tanto que la experiencia visual transcurre en un
recorrido entre la complejidad de las formas, emblema de la complejidad del
pensar y un habitar dentro del universo interconectado por la fibra óptica,
materialización de la luz. El Hábitat, se encuentra en proporción con la
figura, signo de la consistencia entre el ser y su entorno.
En el orden de lo
humano, la gravedad de la pose, amalgamada o fusionada con el Ser y mutada en
el objeto, magnifica su presencia, despegándose del fondo, que se presenta como
una textura iluminada, que lo abraza como una bóveda entretejida por una
naturaleza artificiosa y se desdobla desde ella, la naturaleza animal
originaria.
La búsqueda
expresiva a través de la sustancia acrílica guarda coherencia con este universo
que el creador se atreve a visibilizar. La forma expresiva libre, vista desde
una cercanía reticular, actúa como pixel de una más cuidada y tecnológica,
enfocada desde el plano más amplio.
El universo, el
todo de la obra, es parte de un cuento abstraído desde un acotado presente ya
experimentado, porque todo lo demás presente, está mutando en este preciso
momento, en la red.
Enrique Ibarra Soto
Licenciado en Arte y Académico
Universidad de La serena