Manzana del mar, narciso
de mármol,
mariposa
de piedra, Beirut, imagen del alma en el espejo.
Descripción
de la primera mujer, perfume de nubes.
Beirut, de
fatiga y oro, de Alandalús y Damasco.
Plata,
espuma, mandamientos de la tierra en plumas de palomas.
Muerte de
una espiga, exilio de una estrella entre mi amada y yo, Beirut.
Jamás he
oído a mi sangre pronunciar el nombre de una amante que duerme en mi sangre...
duerme...
De una
lluvia sobre el mar aprendimos el nombre. Y del sabor del otoño y
las
naranjas de los que llegan del Sur, como nuestros antepasados,
venimos a
Beirut para venir a Beirut...
De lluvia,
hemos construido nuestra choza. El viento no corre y
nosotros
tampoco. Cual clavo hincado en
la
arcilla, el viento cava nuestro refugio y dormimos como hormigas en sus
hormigueros.
Cantamos
en secreto:
Beirut es nuestra jaima.
Beirut es nuestra estrella.
Estamos
prisioneros en este tiempo lánguido.
Los
invasores nos entregaron a nuestra gente
y apenas
habíamos mordido la tierra cuando nuestro protector se abatió
sobre las
bodas y el recuerdo. Y repartimos nuestras canciones entre los guardias.
De un rey
en el trono
a un rey
en un féretro.
Prisioneros
en este tiempo lánguido,
no hemos
hallado, casi definitivamente, más que nuestra sangre,
no hemos
hallado lo que hace al sultán popular
ni al
carcelero afable,
no hemos
hallado nada que muestre nuestra identidad,
excepto
nuestra sangre escalando los muros...
Cantamos
en secreto:
Beirut es nuestra jaima.
Beirut es nuestra
estrella.
Ventana
abierta al plomo del mar,
una calle
y una moaxaja nos roban.
Beirut es
la imagen de la sombra.
Más bella
que su poema, más sencilla que la charla.
Nos seduce
con mil comienzos abiertos y alfabetos nuevos.
Beirut es nuestra única jaima.
Beirut es nuestra única estrella.
¿Nos hemos
tendido en sus sauces para medir unos cuerpos que el mar ha borrado de nuestros
cuerpos?
De
nuestros primeros nombres hemos venido a Beirut
buscando
los confines del Sur y un recipiente para el corazón
derretido...
¿Nos hemos
tendido en las ruinas para pesar el Norte con la medida de las cadenas?
La sombra
se ha inclinado hacia mí, me ha roto y me ha dispersado.
La sombra
se prolonga...
Que los
árboles que viajan de noche nos lleven de noche por el cuello
cual
racimo de muertos abatidos sin razón...
Hemos
venido de un país privado de su país,
de la mano
del árabe literal y de una fatiga...
cual
ruinas de esta tierra que se extiende del palacio del emir a nuestras celdas
y de
nuestros primeros sueños a... leña.
Danos un
muro para que podamos gritar: ¡Beirut!
Danos un
muro para que podamos ver un horizonte y una ventana de llamas.
Danos un
muro para que colguemos Sodoma,
dividida
en veinte reinos
para
vender petróleo... y árabes.
Danos un
muro
para
gritar en la península de Arabia:
Beirut es nuestra última jaima.
Beirut
es nuestra última estrella.
Un horizonte emplomado se ha esparcido
por el horizonte.
Senderos
de conchas huecas... no caminos.
Del océano
al infierno,
del
infierno al Golfo,
de la
derecha a la derecha y al centro
no he
visto más que un patíbulo
con una
cuerda
para dos
millones de cuellos.
(…)
1984
Mahmud Darwish
Traducción
de María Luisa Prieto