Las rutas vueltas a cruzar, el jardín esmaltado por las olaspájaros, el
cielo apresado en la copa ¿no bastarían a formar tu país, sus calles de
misterio que bajan hasta una dársena silenciosa?
He aquí tu juego ganado a lo desconocido, tu posesión del azar.
¿Acaso todo ello no te haría creerte el visitante del ensueño, el viajero sin retorno?
Imagínate ser el paseante de esa avenida de tilos que parecerían
susurrar en la llama de tu lámpara decorada a corales, a resplandores
purpúreos!
Ah! El extraño huésped no responde a mis cavilaciones.
Dime, solitario habitante de las quimeras ¿qué ves tú más allá del horizonte?
"Veo las malvas libres, los palacios de platería bizantina, los
castillos donde los peces y los pájaros juegan con los niños", me
contesta inesperadamente mi empecinado soñador. "Veo la espuma del
océano y bajo ella, tapizada en ámbar, una ciudad transparente y
movediza, espléndida en amables sorpresas".
Es allí donde las rutas detienen el ensueño.
Es allí donde el misterio constituye una realidad y la realidad un
cielo y el cielo un canto y el canto una floración milagrosa de la
sangre.
Carlos de Rokha
de Los Arcos Trémulos