viernes, 9 de septiembre de 2011

El testamento (Fragmentos)


XXI
Si Dios hubiese puesto en mi senda
a otro caritativo Alejandro
para que yo en la dicha entrara,
entonces, quien me viera condescender
al mal, también oiría juzgarme,
con mi propia voz, digno de arder y ser ceniza.
La necesidad confunde a la gente
y el hombre hace salir del bosque al lobo.

XXII
Echo de menos el tiempo de mi juventud
(en el cual me divertí más que ninguno,
hasta la entrada de la vejez)
que su partida me ocultó,
no se fue a caballo ni a pie:
¿cómo pudo , ¡ay!, entonces
desaparecer repentinamente
sin dejarme ningún bien?

XXIII
Partió, y yo me quedo
pobre de sentido y de saber,
triste, descorazonado, más negro que maduro,
sin producto ni renta;
de los míos cualquiera se apresura
en desconocerme, olvidando
natural deber
porque carezco de recursos.

XXIV
Si no temo haber gastado
para mi contento y deleite;
por demasiado amar nada he vendido
que mis amigos puedan reprocharme,
al menos nada que les cueste caro.
Tal digo y no creo equivocarme;
de todo esto puedo defenderme:
quien mal no ha hecho no debe acusarse.

François Villon