lunes, 25 de julio de 2011

Trilce


             XII
Escapo de una finta, peluza a peluza.
Un proyectil que no sé dónde irá a caer.
Incertidumbre. Tramonto. Cervical coyuntura.

      Chasquido de moscón que muere
a mitad de su vuelo y cae a tierra.
¿Qué dice ahora Newton?
Pero, naturalmente, vosotros sois hijos.

      Incertidumbre. Talones que no giran.
Carilla en nudo, fabrida
cinco espinas por un lado
y cinco por el otro: Chit! Ya sale.
XIII
Pienso en tu sexo.
Simplificado el corazón, pienso en tu sexo,
ante el hijar maduro del día.
Palpo el botón de dicha, está en sazón.
Y muere un sentimiento antiguo
degenerado en seso.

      Pienso en tu sexo, surco más prolífico
y armonioso que el vientre de la Sombra,
aunque la Muerte concibe y pare
de Dios mismo.
Oh Conciencia,
pienso, sí, en el bruto libre
que goza donde quiere, donde puede.

      Oh, escándalo de miel de los crepúsculos.
Oh estruendo mudo.

Odumodneurtse!


XXXII
999 calorías
Rumbbb...Trrrapprrr rrach...chaz
Serpentínica u del dizcochero
engirafada al tímpano.

 Quién como los hielos. Pero no.
Quién como lo que va ni más ni menos.
Quién como el justo medio.

1,000 calorías.
Azulea y ríe su gran cachaza
el firmamento gringo. Baja
el sol empavado y le alborota los cascos
al más frío.
      Remeda al cuco: Roooooooeeeis...
tierno autocarril, móvil de sed,
que corre hasta la playa.

      Aire, aire! Hielo!
Si al menos el calor (__________ Mejor
                                   no digo nada.

      Y hasta la misma pluma
con que escribo por último se troncha.

      Treinta y tres trillones trescientos treinta
y tres calorías.

LIII
Quién clama las once no son doce!
Como si las hubiesen pujado, se afrontan
de dos en dos las once veces.

      Cabezazo brutal. Asoman
las coronas a oír,
pero sin traspasar los eternos
trescientos sesenta grados, asoman
y exploran en balde, dónde ambas manos
ocultan el otro puente que les nace
entre veras y litúrgicas bromas.

      Vuelve la frontera a probar
las dos piedras que no alcanzan a ocupar
una misma posada a un mismo tiempo.
La frontera, la ambulante batuta, que sigue
inmutable, igual, sólo
más ella a cada esguince en alto.

      Veis lo que es sin poder ser negado,
veis lo que tenemos que aguantar,
mal que nos pese.
¡Cuánto se aceita en codos
que llegan hasta la boca!

César Vallejo