viernes, 29 de julio de 2011

Las puertas de la percepción (Fragmento)

(…) El cerebro cuenta con una serie de sistemas de enzimas que sirven para coordinar sus operaciones. Algunas de estas enzimas regulan el suministro de glucosa a las células cerebrales. La mezcalina impide la producción de estas enzimas determinadas y disminuye así la cantidad de glucosa a disposición de un órgano que tiene una constante necesidad de azúcar.
¿Qué sucede cuando la mezcalina reduce la normal ración de azúcar del cerebro? Son muy poco los casos que han sido observados y esto impide que se pueda dar ya una contestación concluyente. Pero lo que sucede en la mayoría de los pocos que ha tomado mezcalina bajo fiscalización puede ser resumido como sigue:
1º La capacidad de recordar y de “pensar bien” queda poco o nada disminuida. Cuando escucho grabaciones de mi conversación bajo la influencia de la droga, advierto que haya sido entonces más estúpido que en tiempo ordinario.
2ºLas impresiones visuales se intensifican mucho y el ojo recobra parte de esa inocencia perceptiva de la infancia, cuando el sentido no está inmediata y automáticamente subordinado al concepto. El interés por el espacio disminuye y el interés por el tiempo casi se reduce a cero.
3ºAunque el intelecto no padece y aunque la percepción mejora muchísimo, la voluntad experimenta un cambio profundo y no para bien. Quien toma mezcalina no ve razón alguna para hacer nada determinado y juzga carente de todo interés la mayoría de las causas por las que en tiempos ordinarios estaría dispuesto a actuar y sufrir. No puede molestarse por ellas, por la sencilla razón de que tiene cosas mejores en que pensar.
4º Estas cosas mejores pueden ser experimentadas –como yo las experimenté- “ahí afuera” o “ahí adentro”, o en ambos mundo, el interior y el exterior, simultánea o sucesivamente. Que son cosas mejores resulta evidente para todo tomador de mezcalina que acuda a la droga con un hígado sano y un ánimo sereno.
Estos efectos de la mezcalina son de la clase de los que cabría esperar que siguieran a la administración de una droga capaz de menoscabar la eficiencia de la válvula reducidora del cerebro.
Cuando el cerebro queda sin azúcar, el desnutrido ego se siente débil, se resiste a emprender los necesarios quehaceres y pierde todo su interés en las relaciones espaciales y temporales que tanto significan para un organismo deseoso de ir tirando en este mundo. Cuando la Inteligencia Libre se cuela por la válvula que ya no es hermética, comienzan a suceder toda clase de cosas biológicamente inútiles. En algunos casos, se pueden tener percepciones extrasensoriales. Otras personas descubren un mundo de belleza visionaria. A otras más se le revelan la gloria, el infinito valor y la plenitud de sentido de la existencia desnuda, del acontecimiento tal cual, al margen del concepto. En la fase final de la desaparición del ego –y no puedo decir si la ha alcanzado alguna vez algún tomador de mezcalina-, hay un “oscuro conocimiento” de que Todo está en todo, de que todo realmente es cada cosa. Yo supongo que esto es lo más que una inteligencia finita puede acercarse a “percibir cuanto esté sucediendo en todas partes del universo”.
En relación con esto, ¡qué significativo es el enorme mejoramiento que tiene bajo la influencia de la mezcalina la percepción del color! Para ciertos animales, es biológicamente muy importante la capacidad de distinguir ciertos matices. Pero, más allá de los límites de su espectro utilitario, la mayoría de los seres son completamente ciegos para los colores. Las abejas, por ejemplo, pasan la mayor parte de su tiempo “desflorando a las lozanas vírgenes de la primavera”, pero, como Von Frisch lo ha mostrado, sólo pueden reconocer unos cuantos colores. El muy desarrollado sentido del color que tiene el hombre es un lujo biológico, precioso para él como un ser intelectual y espiritual, pero innecesario para su supervivencia como animal. A juzgar por os adjetivos que Homero pone en sus labios, los    héroes de la Guerra de Troya apenas superaban a las abejas en la capacidad para distinguir los colores. En este aspecto por lo menos, el avance de la humanidad ha sido prodigioso.
La mezcalina procura a todos los colores un mayor poder y hace que el perceptor advierta innumerables finos matices para los que en tiempo ordinario es completamente ciego. Se diría que, para la Inteligencia Libre, son primarios los llamados caracteres secundarios de las cosas. Al contrario de Locke, entiende de modo manifiesto que los colores son  más importantes y dignos de atención que las masas, posiciones, dimensiones. Como los que toman mezcalina, muchos místicos perciben colores de un brillo sobrenatural, no solamente con la vista interior, sino hasta en el mundo objetivo que los rodea. Testimonios análogos formulan los psíquicos y los impresionables. Hay ciertos médiums para quienes la breve relación del tomador de mezcalina es, durante largos periodos, una experiencia cotidiana y hasta horaria.
Ahora podemos poner fin a esta larga pero indispensable excursión por los campos de la teoría y volver a los hechos milagrosos: cuatro patas de una silla de mimbre en el centro de una habitación. Como los narcisos de Wordsworth, estas cuatro patas procuran toda clase de riquezas: el don, superior a todo precio, de un nuevo conocimiento directo de la verdadera Naturaleza de las Cosas, junto a un más modesto tesoro de comprensión, especialmente en el campo de las artes.(…)

Del libro Las puertas de la percepción
Aldous Huxley