sábado, 30 de julio de 2011

Las Bodas Mágicas

Pienso: ¿existirá también un doble sentido, un lenguaje de in terpretación esotérica en el proceso de individuación, en el mé todo descubierto por Jung? Si se lo preguntara a él, de seguro lo negaría. Puede que hasta él mismo lo ignore; mas, el doble, el tri ple lenguaje, sin duda existe. Está ahí, esperando. Una cosa es lo que el hombre pretende hacer y otra lo que se hace solo, a pesar de él. Lo he comprobado en muchas partes de este vasto mundo, en edificios, en obras de arte, en biografías de personajes que han llegado a ser extraordinarios pese a ellos mismos. Basta co locarse en una determinada línea y continuarla con tesón; enton ces, un vientecillo de otro mundo nos toma y ya las cosas entran a depender de signos y poderes. El hombre es usado por los dio ses o los demonios, cae dentro del Mito. Jung ha trabajado de masiado intensa y dramáticamente para que su línea no se vin cule a la eternidad. Si es cierto que es el prolongador de los gnós ticos y de la Alquimia, entonces no podrá evitar entrar a tomar parte en sus misterios, aunque él haya intentado despejar de sombras esos caminos. Ni los gnósticos ni los alquimistas acuña ron sus símbolos con el objeto de hacer psicología analítica, si no por pura magia estremecida. Ahora bien, aunque no lo desee, Jung está condenado a ser también un mago, traspasando las fronteras de la ciencia oficial de nuestro tiempo. Y tal vez él lo sabía cuando me dijo que sólo los poetas lo entenderían bien.
En el trabajo de la Alquimia, la Sóror Mística acompañaba al alquimista a mezclar las sustancias, en su estudio, en su retorta. Ella participaba así en el largo proceso de fusión, al final del cual había una boda mística y la formación de un Andrógino, lo que no habría sido posible sin la presencia constante de la mujer. Se guramente se han mezclado ambos, la Sóror y el Alquimista, sus sustancias psíquicas.
En el trabajo de "individuación", llevado a efecto por una "paciente", en un "gabinete" junguiano, también con infinita paciencia se van mezclando sus imágenes con las del "analis ta". Entre ambos se producen imágenes y sueños, que llegan a ser comunes, confundiéndose hasta perderse la identidad y no saber ya quién produce el sueño de quién, la imagen de quién. En la vida diaria, en el amor mortal de la carne, los amantes, a pesar de su atormentado deseo de fusión, aun cuando duer man en el mismo lecho, jamás podrán soñar los mismos sue ños, estarán separados para siempre por ese hilo de aire endu recido. Sólo en el proceso alquímico de la boda mágica será posible cerrar la grieta, sólo en la "coniunctio junguiana". ¿Y se puede lograr esto sin amor? Jung ha dicho que no, porque es sólo en el amor cuando todo el ser actúa y se está dispuesto a "arriesgar la vida". Sin embargo, es este un amor distinto, mágico, maldito; es un amor sin amor, contrario a la creación física, a los tiempos y a la historia. Es el amor prohibido, el de la Reina de Saba, el que se cumple fuera y al margen del ma trimonio.Su producto no es un hijo de la carne, sino un hijo del espíritu, de la imaginación, un Andrógino; la fusión de los opuestos dentro de la psiquis de los amantes, de los alquimis tas, de los magos, de los iniciados, en el rito de la Individua ción. Por supuesto que este amor no excluye el amor físico en la carne de los oficiantes; pero este se transforma en liturgia, no siendo imprescindible. Lo que sí se excluye es el placer se xual común.
Para explicarnos mejor, expondremos aquí lo que sucede en la Tantra de la India, la que practicaron los verdaderos magos Siddhas que buscaban eternizarse ascendiendo al cielo con sus cuerpos y que también mezclaron los metales en busca del oro innatural.
La Tantra es un método secreto, religioso, del amor sexual. El iniciado hombre deberá ser casto; la mujer pudo también ser una prostituta sagrada de los templos, lo que en el fondo es igual a ser casta. Se preparaban por largo tiempo antes de realizar el acto llamado "Maithuna", en sánscrito, o coito místico. Ambos se aislaban en la selva y vivían como hermano y hermana, como el alquimista y su Sóror, intercambiando ideas, imágenes y pala bras (moliendo, desgastando las sustancias, cansando el metal). Duermen juntos, desnudos, en un mismo lecho; pero no se to can. Sólo tras largos meses pueden llegar a la realización de la Misa Tántrica en que se bebe vino, se come cereal y se practica el "Maithuna". Este acto es la culminación del largo proceso de sublimación conjunta, de compenetración psíquica, hasta que la carne se ha transformado, se ha transfigurado, "perfumado" co mo un loto, hasta que el plomo se ha convertido en oro, con ayu da del mercurio, del fuego misterioso despertado en la base de la Columna Vertebral.
Este fuego es el que ahora actúa cuando ella es poseída en el "Maithuna". Es un fuego inextinguible. En ese acto de amor su premo -que nada tiene que ver con el acto sexual corriente, en que sólo actúa la muerte y por eso se produce la vida de la car ne- actúa ahora el Ángel de la Muerte, que es el que produce la vida del espíritu. Ella, la mujer, la sacerdotisa del amor mágico, va tocando, con su fuego serpentino, los distintos chakras del hombre, del héroe tántrico, preparado ya para la muerte mística y la resurrección, va despertando "centros de conciencia", al mismo tiempo que se abren los suyos propios. Al final, el placer sin nombre que se alcanza no es el de la eyaculación del semen, lo que está estrictamente prohibido, sino el placer de la visión, de la apertura del Tercer Ojo, de la fusión de los órganos opues tos. El semen no salta hacia afuera, sino hacia adentro. El pro ceso de la creación se invierte en un movimiento retrógrado, por así decirlo. El hijo de este amor prohibido es el Andrógino, es el Hombre Total, con todos sus chakras o centros de conciencia despiertos. Es el encuentro con el Sí-Mismo. Con la Última Flor, la que no existe, la inventada hace más de cinco mil años...
Cumplido este, rito de amor sin amor, esa Misa Tántrica, él y ella se separan. Ya están completos, ya están fríos para siempre, ya están individuados. En verdad, él se ha desposado con su "ánima"; ella, con su "ánimus". Sólo una vez en miles de años es dada la posibilidad de cumplimiento de este amor, al presentar se las condiciones psíquicas, astrológicas e históricas favorables, el sincronismo entre alma y naturaleza.
¿Habrá redescubierto Jung este camino?
Allá, en la India, en los muros de la ciudad sacra de Khajura-ho, la Ciudad de las Bodas Eternas, todo esto está expuesto en las esculturas de piedra de sus templos, en escenas de amor in descriptibles. Pero en los muros de esa ciudad sacra no hay ni ños esculpidos. Y es que ese amor es un amor innatural. Sólo dentro del templo, en lo más recóndito, reposa, medita con los ojos cerrados, el Shiva Andrógino, contemplando el único punto de su propia creación, gozándose de ella, en esa flor de piedra...
También Krishna, el dios azul de la India, el bailarín enloque cido, al que tanto amara Hesse, ejecutaba sus danzas en los jar dines de Vrindavan, en los bosques, lejos de los trabajos y los días. Y su amante era Radha, una mujer casada. Con ella, en la realización del número "Tres", danzando la "Raslila", dentro de un Mándala, alcanzaban el Sí-Mismo, la Flor Increada, el Centro inexistente de la más pura y dolida imaginación.
Y el amor de Krishna y Radha era también un amor prohibi do, antisocial, porque Radha era casada.
Sin duda que en todo esto hay un sublime simbolismo. En los más altos planos de esta "iniciación", el Maithuna no es físico; no es necesario que así lo sea. Es más, se prefiere que no lo sea. La Sóror Mística está allí, junto al alquimista, para ayudarle a mezclar las sustancias y para restañar su sudor de sangre, como María Magdalena. La "paciente" entrega sus imágenes y sus sue ños para mezclarlos con los del "analista", para crear juntos, pa ra rundirse en el proceso de la individuación.
Pero la unión, la boda última, se produce en verdad dentro del cuerpo de cada uno, aislados, solos, en forma tal que ya no se sabe a quién pertenece cada cuerpo. La unión es el despertar de los distintos chakras, gracias a Kundalini, esa "corriente emo cional", como la definiera Jung, ese mercurio de los alquimistas, esa "serpiente ígnea", o "fuego astral" de los ocultistas. La boda es entre "Ida" y "Pingala" en el canal "Susumna", o bien en el templo del chakra Manipura, o Plexo Solar. También en el entre cejo, en el chakra Ajna, donde se abre el Tercer Ojo, o en el Vacío Último del Brahmachakra, o Centro Coronario. La boda es tam bién entre el Yo y el Sí-Mismo, por medio y a través del Ánima y del Ánimus. De la mano de Beatriz, Dante desciende a los Infier nos y asciende al Cielo...
"Sólo los poetas me entenderán..." Sí. Incorporado a la Áurea Catena, Jung no podrá sino cumplir ya con sus a causales míticas. El Mago Jung ha vuelto a entregarnos, a hacernos posible hoy, el oficiar en la realización de los misterios, para que unos cuantos retornen hasta la legendaria tierra de los Hombres-Dioses.
Bastará la aparición de un alma grande entre sus discípulos, que lo prolongue, llegando a interpretar el lenguaje subyacente en su obra, presente allí como un palimpsesto. Y tendrá que ser un sacerdote, un mago, o puede que un poeta.

De El círculo hermético
Miguel Serrano