sábado, 16 de abril de 2011

A ti, dentro de un siglo


A ti, que nacerás dentro de un siglo,
cuando de respirar yo haya dejado,
de las entrañas mismas de un condenado a [muerte,
con mi mano te escribo.

¡Amigo, no me busques! ¡Los tiempos [han cambiado
y ya no me recuerdan ni los viejos!
¡No alcanzo con la boca las aguas del [Leteo!
Extiendo las dos manos.

Tus ojos: dos hogueras,
ardiendo en mi sepulcro –el infierno–
y mirando a la de las manos inmóviles,
la que murió hace un siglo.

En mis manos –un puñado de polvo–
mis versos. Adivino que en el viento
buscarás mi casa natal.
O mi casa mortuoria.

Orgullo: cómo miras a las mujeres,
las vivas, las felices; yo capto las [palabras:
"¡Impostoras! ¡Ya todas están  muertas!
Sólo ella está viva.

Igual que un voluntario le ha servido.
Conozco sus anillos y todos sus secretos.
¡Ladronas de los muertos!
¡De ella son los anillos!"

¡Mis anillos! Me pesan,
hoy me arrepiento
de haberlos regalado sin medida.
¡Y no supe esperarte!

También me da tristeza que esta tarde
tras el sol haya ido tanto tiempo
y he ido a tu encuentro,
dentro de un siglo.

Apuesto –dice él– que vas a maldecir
a todos mis amigos en sus oscuras [tumbas.
¡Todos la celebraban! Pero un vestido [rosa
nadie le ofreció.

¿Quién era el generoso? Yo no: soy egoísta.
No oculto mi interés si no me matas.
A todos les pedía cartas,
para por las noches besarlas.

¿Decirlo? ¡Lo diré! El no-ser es un [tópico.
Y ahora, para mí, eres ardiente huésped.
Les negarás la gracia a todas las amantes
para amar a la que hoy es sólo huesos.

Marina Tsvietáieva
Versión de Carlos Álvarez