domingo, 27 de mayo de 2012

El hostal


Cómo es posible que exista un hostal en medio de los parajes abandonado de mi alma, que invite clientes desconocidos, pero alarmantes. Que entregue servicios sin mi consentimiento y se le olvide cobrar la renta a sus inquilinos. Cómo es posible que exista ese lugar, que se instaló en el submundo de los placeres humanos, de las inconsciencias del deseo y de los patrones de dependencia no resuelto. Cómo es posible que haya llegado un ser sin invitación, que venga a perturbar a sus inquilinos con falsas esperanzas, que creará el caos innecesario y causara estragos en el lugar, cómo es posible que haya llegado, tan tranquila, tan pasiva y esperando una habitación, cómo llegaste Paciencia, cómo lo hiciste.
Los inquilinos se perturban cuando se escucha el sonido de la puerta. Es un sonido fuerte, decidido, que no le importa nada. Alguien baja las escaleras para abrir, la buena Tolerancia, sale a ver quién molesta a tan altas horas de la noche. La Paciencia se presenta en forma tan impecable y cordial, que la Tolerancia la invita de inmediato a pasar, que tonta. Los cuchicheos se hacen presentes, mientras la nueva invitada camina por la sala de estar. La Rabia habla solo pesadeces de ella, la Ira la acompaña en sus comentarios. La Pena comienza llorar, nuevamente está deprimida y la Esperanza la consuela como siempre lo hace. La Mentira la mira de reojo, la examina cuidadosamente para ver si después podría conversar con ella, antes eran buenas amigas, pero ahora no se podían ver, ya no sé querían.
La Paciencia saluda a todos en el lugar, luego mira directamente a la Tolerancia y le explica el motivo de su visita. Al parecer, pasara la noche en este hostal, debido a que mañana debe partir nuevamente de viaje a los oscuros caminos del corazón. La Tolerancia solo sonríe y le entrega la llave de la habitación número 7, luego da media vuelta y se va a su habitación. Poco a poco, los demás inquilinos se marchan del lugar, ya es tarde y es hora de dormir, menos una, la Mentira sigue observando cautelosa para poder actuar.
Es el momento – se dice a sí misma, mientras se dispone a toparse con la Paciencia.
Un choque, una golpe, una mirada, unos recuerdos poco saludables, una sonrisa, quizás cínica para la Mentira, pero real para la Paciencia. Un saludo cordial, una bienvenida, una histeria colectiva, unos susurros en el aire, una despedida seca y tortuosa, una caminata burda y sin sentido hacia la habitación destinada.
Qué habrá pasado con ellas dos, solo se encuentran y hay un desequilibrio a su alrededor, que a veces la Paciencia deja que ocurre, pero que a veces se cansa de aguantar. Quizás es mejor que se alejen, que se destinen a no verse jamás, quizás deben ser las mejores amigas, pues no habrá nadie más como la Paciencia o solo deberían ser solos desconocidas afuera de este mundo, de este hostal tan desolado, tan devastado, pero intimas en las oscuridades tristes del mismo, del alma.
  
Franchesca Collao