miércoles, 23 de mayo de 2012

Blanco encabritado



Sangre roja, sangre blanca, sangre negra,
llenan el cerebro
                      hacen estallar el cráneo.
La tierra se agrieta, noche estrellada
sobre los campos cosechados de mi padre
donde siete caballos blancos nos llaman a que salgamos
con potentes relinchos.
-Esa gota en la memoria
es un océano lleno a rebosar.
Sangre roja, sangre blanca, sangre negra,
allí en el campo los caballos encabritados se detienen –
huidos
de un circo ambulante
                               o enviados,  ¿de dónde?
Nosotros no tenemos caballos en la granja,
pero ¡han venido a nosotros!
Sin sillas ni jinetes…
Estoy despierta
hasta el tuétano de mi espinazo,
 estoy galopantemente despierta.
Los poros de la piel se abren
                                                desbocados,
la noche entra, fresca, clara.
Me ciegan
las panzas de blanco lunar de los caballos,
los oigo relinchar cuando nos ven
a mi padre y a mí.
Por un segundo descendente
los caballos levantan mi corazón
                                               más alto –
de lo que nunca antes he volado en el espacio.
Caballos preparados a entrar de un salto en la noche,
                                                             salir fuera de un salto.
No hay cartel que ponga
Prohibida la entrada a los caballos
este planeta es un territorio abierto de par en par.
Todo puede pasar.
-Un océano de fuego y sal
lo inunda todo.
Pesados golpes de cascos se alejan,
después
insuperable crepúsculo. Retumbante.

Pia Tafdrup 

de Los caballos de Tarkosvski