viernes, 13 de enero de 2012

Pascua en Nueva York


 
Para Agnes
Flecte ramos, arbor alta, tensa laxa viscera
Et rigor lentescat ille quem dedit nativitas
Ut superni membra Regis miti yendas stipite…

                                 Fortunat, Pange lingua.

Doblega tus ramas, árbol gigante, baja un poco la tensión
de tus entrañas,
Y que se aplaque tu rigor natural,
No descuartices con rudeza los miembros del Rey supremo.
                        
             Remy de Gourmont, El latín místico
 SEÑOR, HOY ES EL DÍA DE VUESTRO NOMBRE,
LEÍ EN UN VIEJO LIBRO LA GESTA DE TU PASIÓN,

Y tu angustia y esfuerzos y palabras bondadosas
Que suavemente monótonas lloraban en ese libro.

Un monje de viejos tiempos me habló de tu muerte.
Él hizo un recorrido por tu historia con letras de oro

Con un misal, y puesto de rodillas, el monje se
explayaba piadosamente inspirándose en Ti.

En el refugio del altar, sentado, con su hábito blanco,
De lunes a domingo, él, suavemente ejercía su labor.

Las horas se detenían en el umbral de su retiro.
Él caía en el olvido inclinado ante tu imagen.

En la víspera las campanas salmodian en la torre y
El buen hermano no sabe si se trata de su amor

O si se trata del Tuyo, Señor, o del de tu Padre,
Lo que con ardor golpea la puerta del monasterio.

Yo estoy como ese buen monje, inquieto, esta noche.
En la celda vecina soy un ser triste y enmudecido.

¡Aguarda tras la puerta, aguarda que te llamaré!
Eres Tú, es Dios, soy yo, — es el Ser Supremo.
 No te había conocido antes, — ni en este momento.
Yo nunca estuve en oración desde que fui un infante.

Por eso es que en esta noche, con temor, pienso en Ti.
Mi alma es una viuda en duelo al pie de Vuestra Cruz;

Mi alma es una viuda vestida de negro, —Tu Madre
Sin lágrimas ni esperanza, como Carrière la pintó.

Conocí a todos los Cristos colgados en los museos;
Pero esta noche Tú caminas, Señor, junto conmigo.

A grandes pasos voy hacia la parte baja de la ciudad,
Mi espalda encorvada y corazón herido, espíritu febril.

Vuestro costado tan abierto es un grandísimo sol
Y alrededor de Vuestras manos retozan las centellas.

Los vidrios en ventanas de casas están llenos de sangre,
Y tras ellos las mujeres se ven como flores que sangran.

Extrañas malditas marchitadas flores, son las orquídeas,
Cálices trastornados sobre tus tres heridas, se abren.

Con Tu sangre en esos cálices, no se embriagaron ellas,
Que se pintan los labios de rojo y usan encajes en el culo.

Blancas igual que cirios son las Flores de la Pasión,
Las más dulces en el Jardín de la Virgen de Bondad.

Es en esta hora precisa, alrededor de la hora novena,
Cuando tu Cabeza, Señor, se inclinó hacia tu corazón.

Estoy sentado a la orilla del Océano y me acuerdo
De un cántico de Alemania que canta con palabras

Muy suaves, sumamente sencillas y muy purificadas
La belleza de Vuestro Rostro en la tortura.

En el subterráneo de un templo de Siena yo vi,
Detrás de cortinas, sobre el muro, ese mismo Rostro.

Y en la ermita de Bourrié-Wladislaz se puede
Ver dentro de una urna rebosante en oro.

Turbias piedras preciosas han puesto en tus ojos
Que los campesinos, arrodillados, besan.

En el manto de la Verónica ella está impresa
Y es por eso que Santa Verónica es Tu santa.

Es la mejor reliquia que pasa por los campos
Es refugio para todos los enfermos y pecadores.

Hace también miles y miles de otros milagros,
Aunque a esos acontecimientos yo no he asistido.

Tal vez me hace falta la fe y la bondad, Señor,
Para poder ver la irradiación de Tu Belleza.

No obstante, Señor, he viajado entre peligros
Para contemplar Tu imagen en una esmeralda.

Señor, haz que mis manos, que cubren mi cara,
arranquen la máscara de angustia que me oprime.

Señor, haz que mi boca cubierta con mis manos
Deje de lamer la espuma de la cruel desesperanza.

Estoy triste y enfermo. (Puede ser por Tu causa,
O por cualquier otra. Puede ser por causa Tuya).

Señor, los pobres por quienes te sacrificaste están
Enclaustrados, ganado amontonado, en hospicios.

En inmensos barcos negros vienen de lontananza,
Y en revoltijo, son desembarcados sobre pangas.

Ahí están los italianos, los griegos, los españoles,
Los rusos, los búlgaros, los persas, los mongoles.

Son las bestias del circo que brincan meridianos.
Como a los perros, les arrojan trozos de carne negra.

Blaise Cendrars