Para Agnes
Flecte ramos,
arbor alta, tensa laxa viscera
Et rigor
lentescat ille quem dedit nativitas
Ut superni
membra Regis miti yendas stipite…
Fortunat, Pange lingua.
Doblega tus
ramas, árbol gigante, baja un poco la tensión
de tus entrañas,
Y que se
aplaque tu rigor natural,
No
descuartices con rudeza los miembros del Rey supremo.
Remy de Gourmont, El latín
místico
SEÑOR, HOY ES EL DÍA DE VUESTRO
NOMBRE,
LEÍ EN UN VIEJO LIBRO LA GESTA DE TU PASIÓN,
Y tu angustia y esfuerzos y
palabras bondadosas
Que suavemente monótonas lloraban
en ese libro.
Un monje de viejos tiempos me habló
de tu muerte.
Él hizo un recorrido por tu
historia con letras de oro
Con un misal, y puesto de rodillas,
el monje se
explayaba piadosamente inspirándose
en Ti.
En el refugio del altar, sentado,
con su hábito blanco,
De lunes a domingo, él, suavemente
ejercía su labor.
Las horas se detenían en el umbral
de su retiro.
Él caía en el olvido inclinado ante
tu imagen.
En la víspera las campanas
salmodian en la torre y
El buen hermano no sabe si se trata
de su amor
O si se trata del Tuyo, Señor, o
del de tu Padre,
Lo que con ardor golpea la puerta
del monasterio.
Yo estoy como ese buen monje,
inquieto, esta noche.
En la celda vecina soy un ser
triste y enmudecido.
¡Aguarda tras la puerta, aguarda
que te llamaré!
Eres Tú, es Dios, soy yo, — es el
Ser Supremo.
No te había conocido antes, —
ni en este momento.
Yo
nunca estuve en oración desde que fui un infante.
Por
eso es que en esta noche, con temor, pienso en Ti.
Mi
alma es una viuda en duelo al pie de Vuestra Cruz;
Mi
alma es una viuda vestida de negro, —Tu Madre
Sin
lágrimas ni esperanza, como Carrière la pintó.
Conocí
a todos los Cristos colgados en los museos;
Pero
esta noche Tú caminas, Señor, junto conmigo.
A
grandes pasos voy hacia la parte baja de la ciudad,
Mi
espalda encorvada y corazón herido, espíritu febril.
Vuestro
costado tan abierto es un grandísimo sol
Y
alrededor de Vuestras manos retozan las centellas.
Los
vidrios en ventanas de casas están llenos de sangre,
Y tras
ellos las mujeres se ven como flores que sangran.
Extrañas malditas marchitadas flores,
son las orquídeas,
Cálices
trastornados sobre tus tres heridas, se abren.
Con Tu
sangre en esos cálices, no se embriagaron ellas,
Que se
pintan los labios de rojo y usan encajes en el culo.
Blancas
igual que cirios son las Flores de la
Pasión,
Las
más dulces en el Jardín de la
Virgen de Bondad.
Es en
esta hora precisa, alrededor de la hora novena,
Cuando
tu Cabeza, Señor, se inclinó hacia tu corazón.
Estoy
sentado a la orilla del Océano y me acuerdo
De un
cántico de Alemania que canta con palabras
Muy
suaves, sumamente sencillas y muy purificadas
La
belleza de Vuestro Rostro en la tortura.
En el
subterráneo de un templo de Siena yo vi,
Detrás
de cortinas, sobre el muro, ese mismo Rostro.
Y en
la ermita de Bourrié-Wladislaz se puede
Ver
dentro de una urna rebosante en oro.
Turbias
piedras preciosas han puesto en tus ojos
Que
los campesinos, arrodillados, besan.
En el manto de la Verónica ella está
impresa
Y es por eso que Santa Verónica es
Tu santa.
Es la mejor reliquia que pasa
por los campos
Es refugio para todos los enfermos
y pecadores.
Hace también miles y miles de otros
milagros,
Aunque a esos acontecimientos yo no
he asistido.
Tal vez me hace falta la fe y la
bondad, Señor,
Para poder ver la irradiación de Tu
Belleza.
No obstante, Señor, he viajado
entre peligros
Para contemplar Tu imagen en una
esmeralda.
Señor, haz que mis manos, que
cubren mi cara,
arranquen la máscara de angustia
que me oprime.
Señor, haz que mi boca cubierta con
mis manos
Deje de lamer la espuma de la cruel
desesperanza.
Estoy triste y enfermo. (Puede ser
por Tu causa,
O por cualquier otra. Puede ser por
causa Tuya).
Señor, los pobres por quienes te
sacrificaste están
Enclaustrados, ganado amontonado,
en hospicios.
En inmensos barcos negros vienen de
lontananza,
Y en revoltijo, son desembarcados
sobre pangas.
Ahí están los italianos, los
griegos, los españoles,
Los rusos, los búlgaros, los
persas, los mongoles.
Son las bestias del circo que
brincan meridianos.
Como a los perros, les arrojan trozos de
carne negra.
Blaise
Cendrars