miércoles, 12 de octubre de 2011

No clamo, no lloro...


No clamo, no lloro ni me lamento,
todo pasará, como el humo de los manzanos blancos. 
Atrapado entre la vejez del oro, 
ya nunca más regresaré a la juventud.
Ya no volverás a latir como antes, 
tú, corazón tocado por el frío, 
ni te atraerá recorrer descalzo 
el país de los abedules de percal.
Y tú, espíritu vagabundo, 
cada vez con menos fuerza 
agitas la llama de los labios. 
¡Oh, mi perdida lozanía,
el ímpetu de la mirada y el torbellino de los sentidos!
Ya mis anhelos son más humildes.
Vida, ¿eres tú? ¿O he soñado contigo?
Cabalgué en el corcel rosado
cual sonoro amanecer de primavera.
En este mundo todos somos pasajeros. 
El cobre silencioso se vierte de los arces. 
Sé bienaventurado eternamente 
tú, que pudiste florecer y morir.

Serguéi Yesenin