martes, 9 de agosto de 2011

Las Elegías de Duino -La primera elegía ( fragmento )-


             ¿Quién si yo gritara, me escucharía entre las órdenes
                        Angélicas? Y aun si de repente un ángel
Me apretara contra su corazón, me suprimiría
Su existencia más fuerte. Pues la belleza no es nada
Sino el principio de lo terrible, lo que somos apenas capaces
De soportar, lo que sólo admiramos porque serenamente
Desdeña destrozarnos. Todo ángel es terrible.
Así me contengo, y me ahogo el clamor de la garganta
Tenebrosa. Ay, ¿quién de verdad podría ayudarnos? No
Los ángeles, no los hombres, y ya saben los astutos
Animales que no nos sentimos muy seguros en casa,
Dentro del mundo interpretado. Nos queda quizás
Algún árbol en la loma, al cual mirar todos los días;
Nos queda la calle de ayer y la demorada lealtad
De una costumbre, a la que le gustamos, y permaneció,
Y no se fue. Oh, y la noche, y la noche, cuando vino el viento
Lleno de espacio cósmico nos roe la cara:
¿para quién no permanecería aquélla, la anhelada,
La tierna desengañadora, ahí, dolorosamente próxima
Al corazón solitario? ¿Es más suave con los amantes?
Ay, ellos sólo se ocultan uno a otro su suerte.
¿Todavía no lo sabes? Arroja el espacio que abarquen
Tus brazos hacia los espacios que respiramos; quizá
Los pájaros sientan el aire ensanchado con un vuelo
Más íntimo.

Rainer Maria Von Rilke
Traducción José Joaquín Blanco