viernes, 12 de marzo de 2010

Editorial

Recuerdos algo sumamente extraño para el ser humano, tan extraño que nace en nuestras mentes sin un lenguaje, incluso nos preguntamos ¿Será el lenguaje correcto que ocupamos? Será necesario buscar en el fondo de esa caverna o túnel esa cosa que un día tuvimos y que ahora es tan codiciado, que seres más raros somos, las personas nos dicen que miremos el futuro pero a cambio buscamos lo que perdimos en el camino, pero somos obligados a guiarnos por eso perdido, por eso desconocido, que nos asusta, que nos hace recordar…. ¡Ven! Allí esta de nuevo, ansiamos tenerlo junto a nosotros pero al mismo tiempo alejarlo, no queremos subir el cerro que subía Miguel Serrano en su infancia, el pueblo al que siempre regreso Jorge Teillier. Oh patria mía, porque le diste la fuerza a Cronos (“O a otro dios”) de expatriarme, es él, es ella POESIA!!!! , POESIA!!!! Ayúdame a recuperar lo perdido, déjame romper la muralla de vidrio, o sólo mirar por un instante, quiero saborear en mis labios el primer trago de vino, la primera lectura ajena, el comienzo del límite, los límites, ese límite. Es curioso señalar que en la víspera de nuestro nacimiento las cosas parecían nuevas a nuestras perspectivas, soñamos con eso, un sueño que es amenazado por los eones, por las continuas amenazas del medio, el obligar a crecer, ¿Cuestionamos esto? Preguntamos ¿Para qué crecer? Esto no es una apología de la infancia, de la inocencia en su aspecto más puro, no, esto es reconocer en ella su valor y sus dificultades, el pasado (pecando de ubi sunt) no siempre ha sido el mejor pero su valor radica en vivirlo en inocencia, la literatura se inflige golpeando sus miembros, llorando por volver, en Juan Ramón Jiménez la primera poesía se le adviene desnuda, ¡desnuda! (condénenlo) luego con ropas extravagantes, y como en un círculo, desnuda, ¡Gracia de las Gracias! Que tormento para las nuevas generaciones el vivir la poesía desnuda, honesta, que sus ojos acostumbrados al tosco cuerpo sicalíptico se queden aquella tarde de la quinta estación mirando como la primavera cae en el jardín donde juegan los niños como llamados a salir de Hamelín.