jueves, 22 de julio de 2010

Héctor Barreto. Pasajero del sueño.

A los escritores de mi generación se nos ha conocido en Chile como de "la Generación de 1938", pudiendo incluirse en ella a Eduardo Anguita, Braulio Arenas, Enrique Gómez Correa, Teófilo Cid, Irizarri, Eduardo Molina, Julio Molina Müller, Guillermo Atías (o Anuar Atías), Iván Romero, Rene Ahumada, Raúl Vicherat, Robinson Gaete, Juan Tejeda, Santiago del Campo, Gonzalo Rojas, Volodia Teitelboim, Héctor Barreto y yo. Un pequeño grupo (Del Campo, Guillermo Atías, Irizarri, Ahumada, Iván Romero, Julio Molina y Barreto) nos reuníamos en la noche a conversar y leernos nuestros cuentos y poemas en un café-restaurante de la calle San Diego, el "Miss Universo", que, como tantas otras bellas cosas, ya no existe más. Y era Barreto quien nos mantenía atentos a sus historias improvisadas, haciendo que la noche pasara casi sin sentirse. ¿Cómo poder olvidar "El pasajero del sueño", "Rito a Narciso", "Jasón" y "La ciudad emferma" (él pronunciaba "em-ferma", con "m", poniendo énfasis en ello y con un gesticular único). En verdad, Héctor, tan joven aún, vivía en la Grecia antigua y como si él mismo fuera la reencarnación de Alejandro Magno, a quien nos describía físicamente cual si sólo acabara de estar en su presencia. Para nada nos interesaba en esos años la política y vivíamos inmersos en los libros de Panait Istrati, Knut Hamsum y los rusos, Dostoievsky, Boris Pilniak, Sevolod Ivanov; o los poetas Miloscz, Pedro Prado, Omar Cáceres (quien se apareció en nuestras tertulias para recitar su "Azul deshabitado"), Vicente Huidobro, Augusto D'Halmar (con su La sombra del humo en el espejo), Salvador Reyes, Pablo de Rokha, Neruda y Joaquín Edwards Bello, entre otros.
Fue por esto que una noche recibimos con total asombro la confesión de nuestro "héroe griego", Héctor Barreto, de que había decidido participar en la política y se había inscrito en la Juventud Socialista. ¿Cómo era posible —exclamamos— que "El pasajero del sueño", que "Jasón", hubiera hecho esto? ¿En qué quedaba ahora su búsqueda desesperada en las calles nocturnas del viejo Santiago, en la montaña, en nuestras mágicas cumbres, de la "Ciudad de los Césares", del "Vellocino de oro"?... Lo estoy viendo, como si fuera ayer, con su rostro moreno y sus ojos profundos, golpeándose la frente (en un gesto muy suyo) y respondernos: "Lo hice porque me producen dolor los niños pobres descalzos bajo la lluvia"...
Esos eran los años de la Revolución Española, del "Winnipeg", de la gran tensión política planetaria previa a la Segunda Guerra Mundial y, en Chile, las juventudes políticas uniformadas también combatían en las calles. Y fue así cómo una noche Barreto murió asesinado. A nosotros, sus hermanos, sus amigos entrañables, nos afectó más allá del alma, en las entrañas del mismo ser. Los soñadores, los reclusos, debimos también salir a las calles a luchar por un cambio a fondo en la sociedad chilena. Guillermo Atías, Irizarri y Julio Molina entraron al socialismo. Yo empecé a escribir en periódicos de izquierda. Barreto se había hecho muy amigo de Raúl Ampuero; yo también, hasta su muerte.
El funeral de Barreto fue algo enorme, cuadras y cuadras; todos los escritores chilenos, de cualquier generación (Huidobro, de Rokha, Neruda, nuestro amigo Sánchez Latorre); todos los políticos (Schnake, Ricardo Latcham, Julio Barrenechea y Marmaduque Grove, como líder de ese homenaje). Ahí conocí a Blanca Luz Brum, quien iba a mi lado y, al ver mis ojos húmedos, me dijo: "Ánimo, camarada", tomando mi mano y apretándola. En el cementerio, junto a la bella tumba, hecha por el escultor Banderas, con la mascarilla del rostro de Barreto muerto, que él mismo le sacara y que me había regalado esa mañana (aún la conservo, habiendo viajado conmigo por todo el mundo). Y allí quedó, entonces, su réplica (mirando al cielo, a través de los párpados cerrados, durante todas las estaciones, bajo el sol y la lluvia) hasta ahora, cuando desconocidos la han roto a golpes de martillo. Don Marmaduque terminó su discurso de aquél día diciendo: "¡No pasarán...!". Sin embargo, han pasado... ¡tantas cosas!.
Con jóvenes amigos vamos a reparar la tumba en el Cementerio General, de modo que el rostro de Héctor Barreto pueda seguir contemplando más allá del cielo, más allá de las estrellas, su Grecia inmortal, su monte Olimpo y el Templo de Delfos, donde tal vez él fuera un hierofante, hace muchos siglos ya.

Revista de Libros de El Mercurio. Viernes 26 de agosto de 2005.
Miguel Serrano

martes, 20 de julio de 2010

A los enmudecidos

Ah, la locura de la gran ciudad cuando al anochecer,
junto a los negros muros, se levantan los árboles deformes
y a través de la máscara de plata se asoma el genio del mal;
la luz con látigos que atraen ahuyenta pétrea noche.
Oh, el hundido repique de las campanas del crepúsculo.

Ramera que entre escalofríos alumbra una criatura
muerta. La ira de Dios con rabia azota la frente de los poseídos,
epidemia purpúrea, hambre que rompe verdes ojos.
Ah, la odiosa carcajada del oro.

Pero una humanidad más silenciosa sangra en oscura cueva
forjando con metales duros el rostro redentor.

Versión de Helmut Pfeiffer
Georg Trakl

El último espejo

Inspirado en una pesadilla que tuvo por nombre «Marava Domínguez Torán»


Todo aquel que atraviesa el corredor del Miedo
llega fatalmente al Último Espejo
donde una mujer abrazada a tu esqueleto nos muestra
cara a cara el infierno de los ojos sellados
de los ojos cerrados para siempre como en una máscara
de muerta representando en el más allá el teatro último:
así miré yo a los ojos que borraron mi alma
así he mirado yo un día que no existe en el Último Espejo.


"Teoría" 1973
Leopoldo María Panero.

lunes, 19 de julio de 2010

Recital Poético Revista Literaria EscarniO [14-Julio-2010]

Recital Poético y lanzamiento EscarniO N°8

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Presentación Claudia Hernández

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Primera lectura.

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Grupo de Teatro experimental: El grupo de Teatro experimental de la Universidad de La Serena, dirigido por la actriz, y directora Claudia Hernández López, nos presentarán una declamación de los poemas : “A los enmudecidos” de George Trakl, “El último espejo” de Leopoldo Maria Panero, “Angeles” de Alejandra Basualto. –

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Segunda lectura.

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domingo, 18 de julio de 2010

Aullido II

¿Qué esfinge de cemento y aluminio abrió sus cráneos y devoró sus cerebros y su imaginación?
¡Moloch! ¡Soledad! ¡Inmundicia! ¡Ceniceros y dólares inalcanzables! ¡Niños gritando bajo las escaleras! ¡Muchachos sollozando en ejércitos! ¡Ancianos llorando en los parques!
¡Moloch! ¡Moloch! ¡Pesadilla de Moloch! ¡Moloch el sin amor! ¡Moloch mental! ¡Moloch el pesado juez de los hombres!
¡Moloch la prisión incomprensible! ¡Moloch la desalmada cárcel de tibias cruzadas y congreso de tristezas! ¡Moloch cuyos edificios son juicio! ¡Moloch la vasta piedra de la guerra! ¡Moloch los pasmados gobiernos!
¡Moloch cuya mente es maquinaria pura! ¡Moloch cuya sangre es un torrente de dinero! ¡Moloch cuyos dedos son diez ejércitos! ¡Moloch cuyo pecho es un dínamo caníbal! ¡Moloch cuya oreja es una tumba humeante!
¡Moloch cuyos ojos son mil ventanas ciegas! ¡Moloch cuyos rascacielos se yerguen en las largas calles como inacabables Jehovás! ¡Moloch cuyas fábricas sueñan y croan en la niebla! ¡Moloch cuyas chimeneas y antenas coronan las ciudades!
¡Moloch cuyo amor es aceite y piedra sin fin! ¡Moloch cuya alma es electricidad y bancos! ¡Moloch cuya pobreza es el espectro del genio! ¡Moloch cuyo destino es una nube de hidrógeno asexuado! ¡Moloch cuyo nombre es la mente!
¡Moloch en quien me asiento solitario! ¡Moloch en quien sueño ángeles! ¡Demente en Moloch! ¡Chupa vergas en Moloch! ¡Sin amor ni hombre en Moloch!
¡Moloch quien entró tempranamente en mi alma! ¡Moloch en quien soy una conciencia sin un cuerpo! ¡Moloch quien me ahuyentó de mi éxtasis natural! ¡Moloch a quien yo abandono! ¡Despierten en Moloch! ¡Luz chorreando del cielo!
¡Moloch! ¡Moloch! ¡Departamentos robots! ¡Suburbios invisibles! ¡Tesorerías esqueléticas!
¡Capitales ciegas! ¡Industrias demoníacas! ¡Naciones espectrales! ¡Invencibles manicomios! ¡Vergas de granito! ¡Bombas monstruosas!
¡Rompieron sus espaldas levantando a Moloch hasta el cielo! ¡Pavimentos, árboles, radios, toneladas! ¡Levantando la ciudad al cielo que existe y está alrededor nuestro!
¡Visiones! ¡Presagios! ¡Alucinaciones! ¡Milagros! ¡Éxtasis! ¡Arrastrados por el río americano!
¡Sueños! ¡Adoraciones! ¡Iluminaciones! ¡Religiones! ¡Todo el cargamento de mierda sensible!
¡Progresos! ¡Sobre el río! ¡Giros y crucifixiones! ¡Arrastrados por la corriente! ¡Epifanías! ¡Desesperaciones! ¡Diez años de gritos animales y suicidios! ¡Mentes! ¡Nuevos amores! ¡Generación demente! ¡Abajo sobre las rocas del tiempo!
¡Auténtica risa santa en el río! ¡Ellos lo vieron todo! ¡Los ojos salvajes! ¡Los santos gritos! ¡Dijeron hasta luego! ¡Saltaron del techo! ¡Hacia la soledad! ¡Despidiéndose! ¡Llevando flores! ¡Hacia el río! ¡Por la calle!

Allen Ginsberg

sábado, 17 de julio de 2010

La literatura, la libertad y la experiencia mística.

Lo más notable en este impulso es que una enseñanza de este tipo no va dirigida, como la del cristianismo - o la de la religión antigua- a una colectividad ordenada, que se basaba precisamente en esa enseñanza. Se dirige por el contrario al individuo aislado y perdido y sólo le concede algo en el instante: es solamente literatura. Su única vía es la literatura libre e inorgánica. Por eso está menos obligada que la enseñanza pagana o la de la Iglesia a pactar con la necesidad social, que en muchos casos esta representada por convenciones (abusos), pero también por la razón. Únicamente la literatura podía poner al desnudo el mecanismo de la transgresión de la ley (sin transgresión, la ley no tendría finalidad), independientemente de un orden que hay que crear. La literatura no puede asumir la tarea de ordenar la necesidad colectiva. No le interesa concluir: "lo que yo he dicho nos compromete al respeto fundamental de las leyes de la ciudad"; o como hace el cristianismo: "lo que yo he dicho (la tragedia del Evangelio) nos compromete en el camino del Bien" (es decir, de hecho, en el de la razón). La literatura representa incluso, lo mismo que la transgresión de la ley moral, un peligro. Al ser inorgánica, es irresponsable. Nada pesa sobre ella. Puede decirlo todo.
O, más bien, supondría un peligro si no fuera (en conjunto, y en la medida en que es auténtica) la expresión de "aquellos en quienes los valores éticos están más profundamente anclados". Si esto no salta a la vista, es porque el aspecto de revuelta suele ser el que destaca, pero la tarea literaria auténtica no se puede concebir más que en el deseo de comunicación fundamental con el lector (no me refiero aquí a la masa de libros destinada a engañar al gran público).
En realidad, la literatura, unida desde el romanticismo a la decadencia de la religión (dado que, en forma menos importante, menos inevitable, tiende a reivindicar discretamente la herencia de la religión) está menos cerca del contenido de la religión que del contenido del misticismo, que es, en las márgenes de la religión, un aspecto suyo casi asocial. El misticismo está más cerca de la verdad que yo me esfuerzo por enunciar. Bajo el nombre de misticismo no designo los sistemas de pensamiento a los que se da ese nombre impreciso: pienso en la "experiencia mística", en los "estados místicos" experimentados en la soledad. En esos estados podemos conocer una verdad diferente de aquellas que están unidas con la percepción de los objetos (y, después, del sujeto; unidas por tanto a las consecuencias intelectuales de la percepción). Pero esta verdad no es formal. El discurso coherente no puede explicarla.
Sería incluso incomunicable si no tuviéramos la oportunidad de abordarla por dos caminos: la poesía y la descripción de las condiciones en las que es habitual a esos estados.
(…) Es siempre la muerte - o por lo menos la ruina del sistema del individuo aislado a la búsqueda de la dicha en la duración- la que introduce la ruptura, ruptura sin la cual nadie alcanza el estado de trance. En ese momento de ruptura y muerte, lo recobrado es siempre la inocencia y la embriaguez del ser. El ser aislado se pierde en algo distinto a él. Poco importa la representación que demos de esa "otra cosa". Es siempre una realidad que trasciende los límites comunes. Es incluso tan profundamente ilimitada que en realidad no es una cosa: es acula. "Dios es nada" enuncia Eckhart…

Georges Bataille

martes, 13 de julio de 2010

Editorial EscarniO N°7

El primer paso es querer ver, mirar con otros ojos el mar taciturno que nos ahoga, junto al fantasma de la pregunta sumergida. La realidad cambia constantemente,  como las olas del mar (Jodorowsky) y no podemos ser espectadores de la misma pintura, que siempre nos seduce con tanta belleza, pero esa fascinación a los mismos cuadros es el pintor de las heridas morales o las modas sucias. Si, reconocemos que nuestra raza produce tantas atrocidades, pero no podemos ser las lenguas del desastre, nuestro objetivo es ser la boca que susurra una melodía, sobre la rueda, en donde el animal amarillo escucha con otros oídos los diferentes cambios de los rostros, de los ojos.
Es pensar que todo tiene una quinta estación, lleno de mares bajo la tierra y sobre el cielo.