sábado, 26 de diciembre de 2009

Cuando yo no era poeta


Cuando yo no era poeta
por broma dije era poeta
aunque no había escrito un solo verso
pero admiraba el sombrero alón del poeta del pueblo.

Una mañana me encontré en la calle con mi vecina.
Me preguntó si yo era poeta.
Ella tenía catorce años.

La primera vez que hablé con ella
llevaba un ramo de ilusiones.
La segunda vez una anémona en el pelo.
La tercera vez un gladiolo entre los labios.
La cuarta vez no llevaba ninguna flor
y le pregunté el significado de eso a las flores de la plaza
que no supieron responderme
ni tampoco mi profesora de botánica.

Ella había traducido para mí poemas de Christian Morgenstern.
A mí no se me ocurrió darle nada a cambio.
La vida era para mí muy dura.
No quería desprenderme ni de una hoja de cuaderno.

Sus ojos disparaban balas de amor calibre 44.
Eso me daba insomnio.
Me encerré mucho tiempo en mi pieza.

Cuando salí la encontré en la plaza y no me saludó.
Yo volví a mi casa y escribí mi primer poema.

* Poema publicado en EL MOLINO Y LA HIGUERA, el año 1993.

Despedida


La carne, que envejeció muy bien conmigo,
la mano rugosa, que sostuvo fresca la mía,
ha de quedarse sobre el pálido muslo,
rejuvenecerse la carne, por un instante,
para que así venga más rápido el derrumbe en ella,
rápido llegan las arrugas, casi sanas,
y todo sobre la rígida musculatura.

No ser amada. El dolor podría ser aún
mayor, Se siente muy bien, toca a la puerta.
Pero la carne, con su línea abierta en la rodilla,
las arrugadas manos, todo ello sobrevino de noche,
el curtido omóplato, donde ya no crece ningún verde,
donde alguna vez se mantuvo oculto un rostro.

Avejentada en cien años, en un solo día,
El confiado animal fue llevado bajo latigazos
a su armonía preestablecida.

Testimonio de escritura


“Hay un momento en que no tienes nada en que apoyarte, ni amigos, ni mucho menos maestros, ni hay nadie que tienda la mano, las publicaciones, los premios, las becas son para los otros, los que han dicho “sí, señor”, repetidas veces, o que han alabado a los mandarines de la literatura, una horda inacabable cuya única virtud es su sentido policial de la vida, a ésos nada se les escapa, nada perdonan”.

Roberto Bolaño

Mi proceso de escritura ha sido breve, pero con momentos de gran vehemencia creativa. En un comienzo la soledad y luego las lecturas me hicieron adquirir ciertas preferencias literarias. Recuerdo muy bien como al inicio me deslumbró Edgar Allan Poe con su lúcida ebriedad, su teoría estética y principalmente sus cuentos. Ligeia mi favorito: el amor que triunfa sobre la muerte. Lo que en vida no pudo lograr el gran Edgar con su esposa Virginia, su difunta consorte.

Luego Henry Miller me “mostró” sus cien libros predilectos. Allí conocí a los grandes: Lautreamont, Artaud, Rimbaud, Baudelaire. Obviamente, la tradición de la poesía chilena, la leía con circunspección nerudiana.

Un largo periodo de lecturas, afiebradas lecturas. Los Cantos del Maldoror, la poesía maldita francesa en general. Pero siempre la poesía chilena al frente, la gran poesía chilena.

Pasé tres largos años en San Juan Argentina, leyendo y releyendo. Aún no llegaba, la poesía. Pero, si bien es cierto, leía con fruición de novato, había algo que no me complacía del todo, la sospecha de más de algún paraíso perdido. No encontraba 100% lo que buscaba. Recolecté frutos carnosos no sólo en la poesía, sino también en la novela, el teatro ,Borges con su occidental galería de espejos, Cortázar en un ómnibus, ensayos, textos sagrados, sectas, prácticas ancestrales, espiritismo, rituales primitivos y todavía nada. Me adelante y entendí el mensaje. No debía buscar más, porque no me llenaba del todo ninguna propuesta por exótica o exquisita que fuera. Y allí estalló: lo que buscaba realmente sólo mi propia mano podría escribirlo, la propia ubre poética ordeñada por mi mano. Las formas deseadas, el tamaño deseado, las licencias deseadas, no a las ataduras como enseñara Henry Miller. El tratamiento de lo repugnante estéticamente, lo prohibido literariamente, la sensibilidad de la cloaca, ¡oh apasionados baudelerianos, Oh artaudianos!...

Y acaso había que llenarse de algo, preguntaba presuroso mi propio yo orientalista. Acaso más bien, no había que despojarse de las ideologías, estéticas, preferencias u opiniones, según Krishnamurti, Zen y compañía...

Los primeros dos años de escritura poética sólo fueron experimentos, injertos, monstruos contrahechos. También algo de vicio con mis propias criaturas. Poemas crípticos, poesía difícil, no me lo proponía, pero con todo y a la larga una estética caótica y experimental irrumpía irremediablemente.
De vuelta ya en Chile, La Serena, el insecto de la poesía me dijo: “Haz una revista. Rescata a los maestros franceses y chilenos. Muestra tu poesía”. Allí surgió en un lejano 1991 la revista de poesía MUSARAÑA. Y sí, allí sí sentí lo que afirma la cita de Bolaño. Sentí una marginalidad literaria, un abandono, una desprotección. La edición de la Musaraña fue y es subterránea, humilde. Marginado de antologías, de ferias del libro, de eventos de la oficialidad provinciana. Detestado por las autoridades que veían en esta disidencia libertina amenazadas sus cabezas, pues el discurso poético es intrínsecamente opuesto al poder en todas sus formas. Salvo en lo que se refiere al verdadero poder que sólo lo da, sólo lo insufla la eterna y diabla poesía.

Desde ese instante he tomado partido por los locos, pues los cuerdos no me quieren, mis palabras le suenan a veneno, mis ademanes a pantomima bárbara, un bárbaro con Rimbaud en el pecho y en la frente.

Sí, la Poesía chilena hizo todo el resto: Gabriela, cómo no amar su Tala enorme en pleno valle fisurado del corazón; Neruda eterno e indiscutible en la Isla negra de tu propia escritura y muy a pesar de su fundación, De Rokha cosmócrator, titán, mesiánico, tiránico, único sentado como satán entre los dos hemisferios; Huidobro con todo su oxígeno de mago, frenético vanguardista pidiéndole el trono y el rayo Guillermo Apollinaire. Rosamel, Humberto, Eduardo, Gonzalo, Jorge y como no Enrique, el gran Enrique.

En el cuento Encuentro con Enrique Lihn Roberto Bolaño muestra una superposición realidad vigilia versus realidad onírica, así que cuando se lo encuentra en el sueño le parece familiar, pero a la vez extraño y diferente, “más apuesto” dice Bolaño, tal vez acicalado simbólicamente por la crítica. Este gran Enrique, el estupendo poeta de Porqué escribí, de La Pieza oscura, del terrible Diario de Muerte ya había dado su veredicto: Los seis tigres de la poesía chilena del año 2000.

Este era el mandala de tigres. Primer tigre: El desgarbado y maltrecho Rodrigo Lira. Líder en ese momento ( lo vine a leer en serio muy tardíamente en su Proyecto de obras completas). Segundo tigre: Claudio Bertoni, lo conocí personalmente en La Universidad de La Serena; me pareció deslavado y abúlico. Tercer tigre: Diego Maquieira, brillante en La Tirana y su new age Sea Harrier . Cuarto tigre: Gonzalo Muñoz, jamás lo leí. Quinto tigre: Juan Luis Martínez, espléndido; en rigor más que poesía, un taller de poesía con sus máximos próceres... La Nueva Novela. Sexto tigre: Bolaño, debo confesar que lo descubrí primero como notable narrador y muy postreramente reparé en sus poco conocidos y menos difundidos trabajos poéticos. El séptimo Tigre seguramente era Raúl Zurita, Bolaño evita nombrarlo. Precisamente porque representa la oficialidad literaria. El poeta que vende su libertad al poder político imperante. Nada nuevo bajo el sol. El poeta oficial. El nuevo Neruda.
¿Cómo nace un poeta? ¿Cómo muere? Baudelaire temblando con sífilis, Rimbaud grangrenado, Lautreamont consorte novillo del vicio. Lo verdaderamente triste es el poeta que muere antes de morir: morir como poeta, creativamente hablando. Sin ese llamado “delirio poético huidobriano”, que sí, no podemos negarlo, alguna vez lo tuvo este séptimo o casi séptimo tigre de Lihn.

Así es amigos míos, nada nuevo bajo el sol. La literatura, la poesía chilena es la historia de un grupo de enemigos, que se soporta por culpa de la civilización, pero en verdad lo único que desean es eliminar a los “otros” y dominar sempiternamente el panorama poético-literario: culpa del gen egoísta, culpa de la especie, volcada en su dimensión estética fónica y representativa simbólica de lo lírico, sin embargo, con esa voracidad carnívora mejor digo antropófaga; síntoma inequívoco de la tradicional guerrilla literaria. Además reflejo y reflujo de la soberbia de nuestros cuatros padremadres violentos de la lírica nacional.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Lanzamiento y asistencia


Lanzamiento de la primera entrega de la Revista EscarniO, exitosamente, damos las gracias a todos los asistentes, salud! y que siga esta empresa Literaria.


Asistencia al recital de poesía de la Poeta Margarita Pino Illanes, en memoria de Aída Ubillo.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Segunda Edición Revista Escarnio

Enviar textos a revistaescarnio@hotmail.com, para la segunda versión de Escarnio, pueden enviar mas de dos textos. (cuento, poesía, ensayo, aforismos, etc.) lo ideal es que el tema sea: Todo lo relacionado con campo o rural... en la medida de lo posible. Se agradecerá su colaboración con la entrega de revistas EscarniO